Como en cada partido de la Selección Argentina en Buenos Aires, decenas de turistas llegan al país con la intención de cumplir el deseo de ver al Campeón del Mundo liderado por Lionel Messi, considerado por la crítica el mejor jugador de la historia.
La mayoría coincide en que la emoción mayor está antes del partido., en la organización del viaje, en la compra del ticket y camino al estadio.
“El hecho de organizar el viaje a Buenos Aires es una suma de varias cosas: visitar una de las ciudades más hermosas del mundo y poder ver al mejor equipo del mundo, y ver a Messi”, confiesa a Sunny News Mariko Takahara, quien llegó al país junto a un par de amigos.
La turista japonesa, al igual que sus acompañantes, caminan hacia el Estados Monumental de River para ver el empate entre Argentina y Colombia (1-1) vestidos como verdaderos hinchas: con camisetas, gorro y bufanda con el celeste y blanco.

Algunos metros más atrás sobresalen entre la multitud dos estadounidenses, estilo marine, con camisetas argentina y hablando entre ellos con la emoción de cumplir un deseo.
Michael Miller, con sus casi dos metros, habla un español rudimentario, suficiente para confesar que hacía mucho que quería conocer Argentina. “Hicimos coincidir el viaje con un partido de las Eliminatorias de Argentina; por suerte jugó Messi”, dijo a Sunny News.
También dos colombianos llamaban la atención por llevar camisetas amarillas de su seleccionado y bufandas de Argentina. “La verdad, somos colombianos, pero jugar con Argentina tiene un condimento extra: poder ver a la ‘Scaloneta’ (como se conoce a la selección que dirige Lionel Scaloni)”, relata Alvaro Avila, de Barranquilla, que viajó con un amigo.
En todos los casos, coinciden en subrayar que el clímax máximo del fútbol emerge en los rituales grupales.
La emoción compartida y el clímax del gol.
Un estudio reveló que la emoción de la afición alcanza su punto máximo incluso antes de que el árbitro dé la pitada inicial y ese clímax alto se logra gracias a los rituales colectivos, que unen a las personas al generar una fuerte sincronía emocional, solo superada por la euforia de los goles de su equipo favorito.
Así lo demuestra un estudio de la Universidad de Connecticut publicado en la revista de la Academia Americana de Ciencias (PNAS).

“A primera vista, los rituales parecen carecer de sentido en términos del comportamiento humano, pero son profundamente significativos para las personas”, afirma el antropólogo Dimitris Xygalatas, quien dirigió el estudio.
Investigador y gran aficionado al fútbol, Xygalatas colaboró con la peña de un equipo brasileño para estudiar las reacciones fisiológicas de los aficionados antes, durante y después de la final del campeonato entre equipos locales.
Mediante dispositivos portátiles, monitorizó sus frecuencias cardíacas durante el ritual previo al partido, conocido como “Rua de Fogo” (donde la multitud se reúne cerca del estadio para recibir al autobús del equipo con cánticos, banderas, bombas de humo y fuegos artificiales), y posteriormente durante el partido en el campo de juego.
Los datos de frecuencia cardíaca muestran que la emoción compartida (lo que los científicos llaman “efervescencia colectiva”) alcanza su punto máximo no durante el partido, sino durante los rituales previos de los aficionados. Solo cuando el equipo local anota un gol, los indicadores fisiológicos superan la euforia emocional de la concentración previa.

“La gente atribuye un profundo significado al deporte”, afirma Xygalatas. “El deporte genera miles de millones de dólares a nivel mundial y capta la atención de mucha gente. Y no se trata solo de lo que sucede en el campo. Se debe a estas interacciones ritualizadas que se dan entre los aficionados”, añade.
Las implicaciones del estudio van mucho más allá del deporte. Las conductas grupales ritualizadas, como conciertos, ceremonias religiosas o mítines políticos, pueden moldear profundamente las emociones e incluso las creencias de las personas.
“Al asistir a estos eventos, en realidad moldeamos nuestras creencias” sostiene el antropólogo. “Así pues, el deporte no es solo una excusa para reunirse. Es un factor clave de la identidad”, completa Zygalatas.
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