El año del Jubileo ya está en marcha. Y en un tiempo donde resurgen muros y fronteras, el Año Santo se presenta en Roma como una oportunidad para abrir vías de encuentro y comprensión mutua.
En avión, tren, coche e incluso a pie, siguiendo antiguos caminos jubilares como la vía Francígena o la Carolingia, se espera la llegada de más de 32 millones de personas de todo el mundo. Se estima que arribarán dos millones y medio de fieles desde Estados Unidos, un millón 450 mil desde Alemania y casi un millón desde el Reino Unido.
Desde Argentina, la tierra natal del Papa Francisco, se calcula un flujo de 255 mil personas; 86 mil desde Turquía y más de medio millón desde China, un país que ocupa un lugar especial en los esfuerzos de evangelización de la Iglesia actual, consignó la agencia italiana ANSA.
Y Roma abre sus brazos a todos ellos. Y para una ocasión tan especial, la capital italiana se embellece.
Hay numerosas intervenciones y refacciones, realizadas con gran esfuerzo y enormes inversiones como la nueva plaza San Juan de Letrán (o en italiano, San Giovanni in Laterano).
Lo que inmediatamente llama la atención allí es el verde del césped, vivo donde antes había un claro de tierra, alternando con franjas de adoquines nuevos. Y luego las 12 grandes fuentes, aparentemente enormes círculos blancos en el suelo sobre los que se puede caminar, pero que cobran vida brotando y vaporizando agua sobre el fondo de la Basílica, agua que luego desaparece en rendijas casi invisibles.

Y por la noche, cuando las fuentes y fachadas se iluminan con las nuevas luces artísticas, el efecto es muy evocador, como merece una de las iglesias más importantes del mundo.
“Ahora tenemos una plaza más adecuada para una basílica importante como San Juan Letrán, más verde, con agua, césped. Una hermosa intervención”, resaltó el alcalde de la capital italiana, Roberto Gualtieri.
Y como ocurrió en las remodelaciones de la Plaza Pia, también aquí el subsuelo de Roma ha deparado maravillas: El más emocionante fue el descubrimiento de la muralla defensiva del Patriarcado, que era el antiguo Palacio de Letrán, sede del papado desde el siglo VIII hasta 1305, hasta Bonifacio VIII, cuando los sumos pontífices trasladaron a Aviñón. Y 1300 es también el año del primer aniversario.
Todo lo encontrado fue estudiado, mapeado, protegido y cubierto: “La importancia no está tanto en la calidad, sino en los conocimientos que nos han dado. Luego, en el futuro, discutiremos con el superintendente la posibilidad de crear un acceso subterráneo”, contó Gualtieri.
La Archibasílica de San Juan de Letrán, que surge en el siglo III en tierras de los Lateranos, es hoy la catedral de la diócesis de Roma, donde se encuentra la sede episcopal del obispo de Roma (el papa). Está dedicada a Cristo Salvador; sin embargo, es más conocida con el nombre de San Juan, por estar dedicada a los dos santos principales que llevan este nombre. En 1980 fue incluida en la lista del Patrimonio de la Humanidad en Europa por la Unesco.
También cuenta entre las destacadas intervenciones urbanas del Jubileo la apertura del Passetto dei Papi (El Pasaje de los Papas), del Castillo San Angelo a Angelo a San Pedro. En ese tramo, el episodio más famoso se remonta a 1527, cuando durante el Saqueo de Roma, el Papa Clemente VII logró escapar de la furia de las milicias imperiales de Carlos V, quizás incluso recorriendo esos 800 metros que separaban el corazón de la Iglesia Católica de la fortaleza.
Pero desde León IV hasta Nicolás III Orsini, pasando por Alejandro VI Borgia hasta la época napoleónica, no hubo pontífice que no la considerara estratégica y la fortaleciera.
Después de seis meses de trabajos, el pasaje se reabrió a todos transformado en uno de los más “secretos” y fascinantes paseos por la historia y por los tejados de Roma. Las primeras fortificaciones de la zona se remontan al imperio del rey ostrogodo Totila en el siglo VI d.C. Posteriormente, el Papa León IV, en el siglo IX, amplió las defensas construyendo una muralla para proteger el Vaticano y la Basílica de San Pedro, para contrarrestar los repetidos ataques de los sarracenos. En 1277, bajo el Papa Nicolás III Orsini, se creó la conexión entre el Passetto y el Castillo Sant’Angelo, para garantizar un paso seguro a los Papas.
Incluso, en los próximos tres años, con otros 2,5 millones de euros procedentes del programa extraordinario de Obras Públicas, están previstas “nuevas intervenciones de mejora y protección”.
La belleza eterna de Roma, potenciada aún más por el Jubileo.
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